EDUCACIÓN BAJO CERO
¡Ay mi amor! Que emoción sentimos con la Thelma al ver a los chicos estudiando con temperaturas bajo cero en las escuelas. Ese es el verdadero significado de hacer patria en el siglo XXI, chicos cagándose de frío en los colegios para poder ser como Marcos Galperin cuando crezcan.
Obviamente que el Nacho, mi marido peroniste, está en contra de todo esto, pero no podíamos esperar otra cosa ¿verdad? Para él obligar a los chicos ir al colegio durante los meses de más frío es algo inhumano, porque los docentes están obligados a mantener abiertas las ventanas para que corra el aire. El Nacho dice que las clases deberían ser virtuales durante estos meses y volver a la presencialidad durante los meses de más calor.
Si fuera por el Nacho, las clases serían virtuales todo el año. No entiende que si los chicos no van al colegio no hay quien les haga bullying, los docentes no pueden humillarlos y ningún compañero puede cantarles “orejas de burro le van a crecer”. Porque eso es lo que hizo fuerte, recta y derecha a nuestra generación, la constante degradación del ser humano y, en algunos casos, el castigo físico.
No es por romantizar la situación y sacarla de contexto, pero con la Thelma estuvimos leyendo sobre casos extraordinarios de superación y sacrificio para poder llegar a la escuela. Por ejemplo, hay una escuela en el Ártico donde los chicos no tienen transporte público ni micros escolares, tienen trineos tirados por perros y para abrigarse usan hermosísimas pieles de osos blancos. Hay veces donde las tormentas de nieve con temperaturas de -49º les impiden salir del recinto escolar, que no es otra cosa que un iglú, y tienen que quedarse ahí semanas enteras. Y nadie se queja.
Con la Thelma nos emocionan estas cosas, ver siempre el vaso medio lleno es fundamental y leer los libros de Bucay ayuda mucho. Por eso no podemos entender que se quejen por un poco de frío en las aulas, cuando hay niños esquimales que viajan cientos de kilómetros en la nieve para aprender lengua, matemática e historia mientras sueñan con convertirse en el próximo Mauricio Macri de su generación, allá en el viejo terruño ártico.